El hombre que sabía demasiado I

Hace tiempo que escribí un artículo colaborando en un blog. Lo he rescatado por si algunos os interesa

El hombre que sabia demasiado

—¿Soñaré?
—Desde luego que soñarás. Todas las criaturas inteligentes sueñan, pero nadie sabe por qué. —Chandra se calló un momento, soltó otro anillo de humo de su cigarro, y agregó algo que nunca hubiera admitido ante un ser humano—. Tal vez sueñes con Hal, como yo muchas veces lo hago.

Arthur C. Clarke, 2010: Odisea II,1982

En realidad la pregunta primigenia no era esa, pero para la evolución siguiente a Hal la pregunta sí era pertinente. El Dr. Chandra necesitaba respuesta a otra pregunta: ¿qué ocurrirá cuando se conecten los circuitos desconectados de Hal?. Tampoco era la pregunta primigenia. Ya catorce años antes Philip K. Dick se preguntó: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, el mismo año que Hal tripula la Discovery. Philip K. Dick y Arthur C. Clarke sólo se preguntaban aquello que desconocían. También Isaac Asimov conocía la pregunta y sabía la respuesta al crear a Cutie, el primer robot que manifestó curiosidad por su propia existencia (Yo, Robot, 1950).

Estas preguntas se han diluido en la trama del celuloide, como la pregunta primigenia. Ya no importan, no se necesitan, es suficiente con que el héroe coja al asesino, acabe con los androides malos o arregle la computadora dañada. Lo injusto es cuando no sales en las películas porque tu trabajo ha sido encontrar un nombre en una transcripción radiofónica. Lo injusto es cuando no sales en las películas porque tu labor la has realizado en los sótanos de un bunker mirando fotografías. Lo injusto es cuando no sales en las películas porque tu misión se ciñe a empuñar una tiza y escribir en la pizarra. Lo injusto es cuando te llamas Alan Turing. En 1950, Alan Turing, escribió un artículo científico donde planteó la pregunta primigenia: ¿puede pensar una máquina?. No tardó en ser denostado.

El Entscheidungsproblem

Se dice que Eisenhower comentó la importancia decisiva para la victoria, en la Segunda Guerra Mundial, del desciframiento del código de la máquina Enigma. Solo años después se pudo hacer pública esa información; incluso en el año 2000 se desclasificó informes del proyecto Colossus, que nos mostraba los esfuerzos de los ingleses en descifrar los códigos alemanes durante la guerra. No obstante, el anonimato, al que se obligó a algunos de los protagonistas, sigue relegándolos para la gran mayoría de las personas.

En septiembre de 1939, Turing, se presentó en Bletchley Park, la sede oficial del gobierno inglés para códigos y cifrado. El gobierno necesitaba matemáticos y criptógrafos y él era un joven dispuesto a ofrecer sus conocimientos. Como equipaje traía su mejor logro hasta la fecha: la solución al Entscheidungsproblem.

El Entscheidungsproblem suponía el mayor problema de la lógica matemática planteado en esos momentos. Lo formuló David Hilbert en 1928, entre otras, con la pregunta: ¿Son las matemáticas decidibles, en el sentido de que exista un método definido que se pueda aplicar a cualquier aseveración matemática, y que determine si dicha aseveración es cierta?. A Turing le cautivó las preguntas de Hilbert, y, alentado por su profesor Max Newman, decidió afrontarlo. En abril de 1936 le entregó a su profesor un borrador de la solución a la cual había llegado y en mayo del mismo año se enteró de que alguien se le adelantó. Newman recibió un artículo de un profesor de la Universidad de Princeton, Alonzo Church, quien mediante otros razonamientos había resuelto el problema. No obstante, Newman consideró que la solución dada por Turing era lo suficientemente diferente e innovadora como para que se publicara en un artículo.

Turing publica en 1936 su artículo: “Los números computables, con una aplicación al Entscheidungsproblem”, y en él aparecen ideas que pocos matemáticos llegan a comprender. Newman lo convence para que marche a estudiar bajo la dirección de Church y les muestre sus ideas. Les enseña su trabajo llegando a agradar a su nuevo director cuando reconoce que su noción de computabilidad es equivalente a la introducida en el trabajo de Church. Pero Church le hace poco caso, tampoco consigue que otros le presten atención, incluso el célebre matemático de Princeton, John Von Neumann, desdeña sus “Números Computables” por tratarse de un trabajo sobre lógica. No parecería un problema de lógica tan importante cuando en un despacho cercano se encontraba Einstein trabajando en otros tipos problemas.

No obstante Turing está convencido que su trabajo presenta más posibilidades que las del tratamiento de la lógica simbólica. Es Church, curiosamente, quien llama al procedimiento ideado por su alumno “máquina de Turing”, terminó que pasaría a constituir un pilar fundamental de la informática que hoy conocemos. Turing concibe otra máquina capaz de ser programada para realizar cualquier tarea que pueda efectuar una máquina de Turing; una máquina, por ejemplo, “que juegue al ajedrez”, llegaría a comentar Turing. En palabras de Martin Gardner: “la máquina universal [de Turing] es capaz de computar todo lo que sea computable”.

“Pocos miembros del público ordinario podrían haber identificado los retratos, pero cualquiera que hubiese sido admitido hasta tan lejos habría reconocido instantáneamente a John Neumann y Alan Turing, los dioses gemelos del panteón de la computación.” (Arthur C. Clarke, 2010: Odisea II,1982). Turing había construido su “máquina” para resolver una pregunta, ahora se enfrentaba a otra.