A estas alturas todo el mundo sabe quién es Robert Calbraith: JK Rowling. No pasa de ser un juego, una broma, o un intento de quitarse una etiqueta de encima.
Desde luego Rowling tiene dinero suficiente para olvidarse del mundanal ruido y dedicarse a lo que desee; por ejemplo, escribir lejos de la magia. El por qué lo ha hecho lo dice ella misma: «a sido una experiencia liberadora». No nos engañemos: todo tenemos vanidad. En este caso con doble alegría.
Nada más salir The Cuckoo’s Calling comenzó su cabalgadura por los tópicos literarios: listas de ventas, críticas, …, y halagos. No pasaba de un nuevo libro de un novel con futuro y saltó la sorpresa: Robert Calbraith era un seudónimo. Ahora las ventas se han disparado y, algunos, se muerden las uñas.
Este suceso nos lleva a unas consabidas sentencias:
- Cuando nacemos nos etiquetan, y quitarnos las etiquetas cuesta, a unos más que a otros.
- Los críticos terminan siendo engullidos por su crítica y, la mayoría de las veces, caen en el autoplagio. Es más fácil criticar el último cuando no te gustaron los anteriores. Parafraseando a Dr. House: la gente no cambia. La primera novela alejada del mundo mágico era The Casual Vacancy, Rowling cosechó más críticas duras que gratas. Ahora Rowling, como Calbraith, disfruta de mayor reconocimiento literario. ¿Cómo lo digerirán los críticos de The Casual Vacancy?
- «La mejor publicidad de un libro es la fama del autor, no la calidad de la obra». Es normal, si a uno le gusta un autor tiende a comprar libros de ese autor, aunque estos terminen produciendo en clichés. Nos gustan las sagas y los editores lo saben.
- Lo mejor que pueden hacer los escritores noveles es hacerse famosos. Dispondrán de sus quince minutos de gloria, y con suerte de más. Antes publicará un famoso que un escritor bueno.