Pitagóricos

«Ayuda al hombre que trata de levantar su carga, pero no al que la depone».
Precepto de los Pitagóricos.

El cole de los ‘pitagorines’ es la noticia que se leía el pasado 12 de diciembre en el País. En un colegio de Madrid estaban orgullos, porque su alumnos de sexto de Primaria eran los número uno la Prueba de Conocimientos y Destrezas Indispensables (CDI) de la Comunidad de Madrid. «Tenemos unos pitagorines de 12 años», comentaban con satisfacción las personas relacionadas con el colegio. Y es cierto, hay que sentirse orgulloso de los conocimientos de nuestros hijos, aunque el calificativo no sea el más apropiado.

Pitágoras, o Pitágoras de Samos, fue un griego que nació en la isla de Samos alrededor de 582 a.C. Se le conoce como matemático y filósofo, atendiendo que en aquellos tiempos ambas ciencias estaban muy relacionadas. Su vida nos es muy oscura pues no hay mucha información sobre ella y, en particular, de sus primeros años. Se cree que visitó múltiples sitios antes de instalarse en Crotona, en la Magna Grecia.

Se cree que durante los años de viajes aprendió los conocimientos adquiridos por otros pueblos abarcando las áreas de la geometría, que movía las matemáticas de entonces, la aritmética y la astronomía. En estos campos son muchos los hallazgos que nos llegan, aunque no todos de él.
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El teorema de Pitágoras ya lo conocían los babilonios, en la famosa tablilla de Yale 7289 se encuentra una aproximación a raíz de dos deducida de la diagonal de un cuadrado de lado unidad, y en consecuencia de la aplicación del teorema de Pitágoras sobre el triángulo recto que forma la diagonal con los lados. No obstante, si se puede mantener que fue el primero en establecer una demostración que justificaba el teorema. En la época de Pitágoras ya se comienza a requerir que los resultados se justificasen mediante una demostración.

En aritmética se apasiona por el estudio de los números, como los números perfectos, las ternas pitagóricas, los números amigables o los números pentagonales: 1,5,12,22,35…

En astronomía considera que la tierra no era plana y no ocupaba el centro del universo. Decía que la tierra y los planetas al igual que el Sol giraban entorno al fuego central o «corazón del Cosmos», que ellos identificaban con el número uno. Es curioso, hoy se sabe que el sistema solar gira entorno a un super-agujero negro situado en el centro de nuestra galaxia.

Estos pocos resultados son ejemplo de las ciencias que abarcó en su estudió y extendió en la escuela que creó en Crotona. Hay que reconocer en Pitágoras el creador de la primera escuela como concepto aglutinador en torno a él de un círculo de discípulos. Precisamente este modo de encerrar a sus aprendices para que participaran de su vida y de su doctrina es lo que caracterizaría a sus seguidores, los llamados pitagóricos. Y en gran medida lo que nos ha llegado hasta hoy de él son los conocimientos que salieron de su escuela en Crotona. Este motivo es el que justifica hablar de la comunidad pitagórica como creadora de resultados que luego se personificaban en Pítagoras.

La personificación llegó al punto de entrelazar matemáticas, política y religión bajo las directrices del fundador y maestro. Hoy en día se asemejaría mucho a los planteamientos de una secta. La leyenda nos dice que los conocimientos adquiridos en la escuela no debían salir de los miembros de ella bajo castigo de muerte. Precisamente el hermetismo de la escuela fue uno de los factores determinantes para el malestar creado en los habitantes de Crotona que terminaron por incendiarla y relegar al exilió a todos los pitagóricos. Hay dudas si Pitágoras murió en el incendio o consiguió irse a la ciudad de Metaponto.

Reconocemos que Pitágoras fue un insigne matemático, aún desconociendo en que medida lo que hoy asignamos suyo se debe a los miembros de su escuela; sin embargo, el matiz excluyente y su carácter sectario no es un ejemplo a seguir. Cuando decimos que nuestros hijos son unos pitagorines no nos referimos a la completa dedicación a la escuela, más bien interpretamos su valía en el uso de las matemáticas. No obstante, no fue así como se vivió. Quizás sería más acertado alabar a nuestros hijos como unos arquimedines.