Recuerdo que hace un tiempo leí en un blog, de los que considero muy interesante y cuyo contenido estimo fidedigno, una entrada que me atrajo. Seguí los pasos de la información e investigué, me cautivaba la historia. Al final concluí que el autor erraba en los cimientos de su proposición, que le llevaba a una reflexión atractiva, pero con un punto de partida falso. Ahí es donde comienza el peligro de la trasmisión del conocimiento por Internet.
En Internet una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad (semejanza de la cita de Joseph Goebbels). Con Internet, esas mil veces se multiplican exponencialmente gracias a los enlaces. Repetimos post con independencia de que lo dicho sea verdad o mentira. Sin animo de transferir lo falso, lo hacemos porque creemos a quien leemos y no pensamos si el autor nos engaña, a conciencia o por descuido. Un inmenso ejemplo: Wiki…
Damos por ciertas las entradas que aparecen en Wikipedia, las frase de Wikiquotes (como acabo de hacer con la cita de Goebbels), todo aquello que precede con el término Wiki, sin pararnos a pensar que tras la información, la mayoría de las veces, sólo hay una sencilla persona que le encanta navegar por la red y difundir lo que le gusta.
El lector debe observar que cuanto se lee en Internet no es la conclusión de una verdad irrefutable, sólo es la propagación de una opinión por la red. Si Goebbels hubiese tenido Internet…
Lo que cabe preguntarse es: ¿hasta donde soy culpable por difundir una información falsa? Los periódicos lo hacen continuamente y lo etiquetan con el nombre de periodismo independiente. ¿Nos parapetamos en la creencia de que leemos a una persona bien instruida, o ponemos en duda todo cuanto leemos y buscamos la verdad de tales informaciones?
El primer camino conlleva la difusión rápida de la información, el segundo suele terminar en el cansancio o la lentitud del progreso informativo. Ninguno avanza paralelo a la transferencia correcta de la verdad, sólo expanden la información en dos velocidades distintas.
