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19 diciembre, 2008

Barrido informático

«Si yo tuviera una escoba.
Si yo tuviera una escoba,
cuantas cosas barrería.»

Los Sirex.

«Cuando llegamos al poder hubo un barrido informático masivo», esta es la frase de moda en los medios de comunicación esta mañana. En la primera búsqueda que he realizado con Google (09:25) me aparecen 52.900 resultados, a los pocos minutos 325.000, y las 10 primeras páginas todas referentes a la frase.

Es común oír la expresión «barrido de onda» o «barrido del espectro radioeléctrico» para hacer referencia a la búsqueda de ondas de radio. De hecho lo dice la RAE: 3. m. Proceso automático por el que se miden secuencial y repetidamente las diversas magnitudes de un sistema, para controlarlas. Es el que, por ejemplo, realiza el piloto automático de un avión. 4. m. Fís. Proceso por el que un dispositivo explora sistemáticamente un espacio para transformar la imagen de cada uno de sus puntos en señales eléctricas transmisibles que permiten recuperar aquella en un proceso inverso, como el que sirve de fundamento a la televisión, el radar, el microscopio de barrido, etc.

Por tanto, qué nos quiso decir ayer el Presidente del Gobierno al expresar «hubo un barrido informático masivo». Seguir leyendo

Crónica de una compra anunciada (V)

Capítulo V

Sobre la mesa habían dos corazones y una pica, el 4 y 8 de corazones y la reina de picas, con su as y jota de corazones la partida pintaba prometedora. Miró detenidamente la puja. Steve enseñaba una sonrisa gigantesca, con las manos detrás de la cabeza entrelazando los dedos formando un reposa cabezas. Se le veía seguro de su jugada. Rupert escondía los ojos tras una gafas gigantescas que solo dejaban asomar la punta de la nariz donde se apoyaban, movía los dedos bailando sobre las dos cartas en la mesa. El índice golpeaba en una y la mano saltaba dirigiendo el corazón hacia la otra, las dos cartas juntas y los dedos saltando entre una y otra. Si uno atendía escudriñando el silencio se oía el leve golpeo de los dedos sobre las cartas, a ritmo de un metrónomo el golpeteo sonaba como una gota martilleando en su cabeza. Se fijó en el otro contrincante, no le veía bien el rostro, lo ocultaba bajo la visera de una gigantesca gorra, como la de un hincha de béisbol, con las letras AOL en grande. Todos esperaban que hablara, que dijera si veía o aumentaba la puja. Si pasaba Steve se quedaría con todo el dinero de la mesa, y eso Steve lo sabía muy bien. Ni Rupert ni AOL habían querido subir la apuesta, ambos le habían hecho señales para que juntos la igualaran, estaban dispuesto a apostar por la mano que jugaba y rechazar las suyas. No estaba seguro, las manos le sudaban y el calor de la habitación le angustiaba; pero las cartas eran propicias, por mucho que llevará Steve él jugaba con dos ases o color. Se aferró a la estadística y aceptó la apuesta. Ambos levantaron las cartas a espera de las dos faltantes.

Steve jugaba con un rey y una reina. Dos reinas más le darían póquer, dos reyes un full y un 10 escalera. Él cruzó los dedos fijándose como el crupier depositaba las dos cartas boca abajo a lado de las tres anteriores. Con movimiento lento levantó la primera, un 10 de picas. Steve soltó un «bien». A la fuerza necesitaba un corazón, miró los ojos de crupier y esté le devolvió la mirada con una tenue sonrisa. Su amigo Larry levantó la carta.

El volumen de la tele aumentó despertando lo del sueño, estaban retransmitiendo un campeonato de póquer donde se acaba de concluir la última partida y los asistentes daban la mano al vencedor, un joven con la gorra de los New York Yankees. Al incorporase bruscamente el dossier se le cayó, Larry acababa de enviárselo.