Crónica de una compra anunciada (III)

Capítulo III

-Nick, no me fastidies, no podéis consentir eso-. En el pasillo la gente corría de un lado a otro. Los de seguridad controlaban los accesos y dos tipos duros del Servicio Secreto cerraban el paso al escenario.

-Escucha, no hemos ganado. ¡Por Dios!, si todavía no somos candidatos, como me pides…- Nick quería hacerle entrar en razón.

-Venga, nada monsergas. Le estamos dando todo nuestro apoyo y tiene que moverse. Las encuestas lo dicen, ¡no me lo niegues!. 44600 millones es mucho dinero para que no hallan contado con vosotros.

-¡Joder!, se lo habrán pedido a Mc, ¡qué tonterías me cuentas!, David. Sabes muy bien que no estamos en condiciones de mover ningún hilo. Pregunta a NY allí si que necesitan dinero.

-No creo que Bill se lleve bien con NY, pero me da igual, sabes que buscan establecer monopolios de marcas. Y mira, si él no muestra interés por el tema es posible que ella si lo haga-. A David le impacientaba este juego: yo no soy, es aquel; quería respuestas de Nick y no las conseguía.

-Escucha, somos amigos para que no tengas que amenazarme-. Lo empujó hacia un lado del pasillo lejos de cualquier oído.- Tengo que pasar, me está esperando, dile a Larry que haremos lo que podamos; pero ¡David!, no estamos en Washington.

Nick lo dejó pegado a la pared y se marchó por la entrada que vigilaban los gorilas de la secreta, David se dio media vuelta y decidió volver al hotel. No tenía ganas de asistir a la cena. Más recaudaciones, siempre dinero, en su cabeza bullían otras ideas y no eran las de asistir a ver como le lamían el culo al candidato. «Esto es mucho más que una simple transacción financiera, -pensaba para si mismo, -una compañía comprando a otra» Llamó un taxi con su Blackberry e intentó cerrar los ojos mientras lo llevaban al hotel. «De lo que se trata es de preservar los principios que rigen a Internet: apertura e innovación ».

El hielo se balanceaba al ritmo del hip-hop en la coca-cola zero. Eric con el teléfono en la mano dudaba en marcar el número o no. Miró a través de la ventanilla, disfrutando del paisaje que contemplaba desde el Jet. No tardaría mucho en llegar, su equipo le esperaba con los informes en los cuales pretendía encontrar la respuesta a la nueva amenaza. «Los negocios son la guerra», la frase era de su película favorita «Rising Sun» y desde que montara su empresa la colocó en el salvapantallas de sus ordenador. Los negocios son la guerra y Micro el enemigo, su amigo no estaría en desacuerdo con la
afirmación, solo tendría que darle ánimos y confianza para que aguantara un poco más. Lo suficiente para encontrar una solución que beneficiase a los dos. Solo un: «espera que te ayudaremos», eso sería suficiente. Si, estaba  convencido.

-Hola Jerry…


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